jueves, 28 de abril de 2016

DISLEXIA

Lo tuyo no es una contradicción, sino una contra dirección.
No es que te confundas de palabras, sino que confundes la derecha con la izquierda.

No sabes cuidarte, porque cuidarse es no tener que preocuparse por estar a salvo.
Poner los candados antes de salir de casa y no de regreso. Activar las alarmas.
Revisar si no te has puesto el zapato derecho en el pié contrario y si quien va decidiendo es la cabeza y no el estómago.

Arreglas los closets, la alacena y los cajones, buscando un orden que no has puesto internamente. ¿Qué importa si las latas de lentejas están al lado de los cepillos de dientes? Tu alacena tiene más orden que tú.

El problema es que confundes las ganas de oler flores con las de un baño caliente, las ganas de follar con las de comer y las de comer con la necesidad de un abrazo. Y bien sabes que no todos los abrazos saben a casa.

Te pones a dieta cuando lo que te hace falta es una caricia.
A aquellos que se acercan, les das con la puerta en las narices.
Pero te quedas dentro con quienes se mantienen ausentes.
Confundes aceleración con métrica. Agua con sed.
Gimnasia con magnesia. Presencia con esencia.

Te ofreces promesas porque no tienes nada mejor que darte. Los otros hacen lo mismo. Con ellos, contigo, con el alquiler, con el cura y con el terapeuta.
Ya no recuerdas que el objetivo de jugar a las escondidas era encontrarse.
Y entonces juegas a las traes y sigues corriendo, para que nadie te alcance.

Invocas a Dios cantando mantras, cuando Dios son tus hijos pidiéndote que dejes de fumar. El amigo que te hace reír, tu perro meneando la cola cuando llegas, tu análisis de alto colesterol y también la depresión que te tira en la cama para que te escuches.
Dios son todas tus decisiones valientes.

Vuelves a hacer cita con el especialista de aromaterapia. Cuando lo que buscas es enamora-terapia. Te estás volviendo disléxico. Lo que sigue es confundir una vaca con una abeja. Y te pierdas la miel. Y te pases la vida ordenando cajones.

Y las palomas se te sigan estrellando en la cara porque no sabes distinguir entre nutrir y alimentar. Y repases los diálogos de tus conversaciones para saber si debiste haber dicho adiós cuando dijiste hola ó viceversa. Y entiendas, que cuando estás a oscuras no tienes que llamar a la policía, sino encender una vela.

Y mirar por la ventana y aprender como lo hacen las luciérnagas.

Caperucita Loba, Visiones alrededor del Fuego.
Imagen de Autor Desconocido

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