jueves, 11 de febrero de 2016

INFLEXION

Un día pude ver, por fin, corazón,
que el miedo era una cortina de humo.
Que el mago nunca fue el lanzador de cuchillos, 
sino aquel que traspasa los muros de un corazón endurecido.

Que amar al otro es hacer las preguntas correctas, 
ya no ¿Me amas? ¿Me das? 
Poder decir, ¿Cómo te sirvo? ¿Cómo crecemos?
Que a veces para ver hay que taparse los ojos, 
y mirar como lo hace la poesía, 
que no tiene pruebas, pero no tiene dudas.

Me enseñaste corazón,
que todos tienen derecho a fallarme, menos yo.
Que no decida nada, si no me quiero mucho.
Que no haga nada, si no me quiero mucho.
Que por sobre todo me quiera mucho.

Que quererse mucho es volver a casa.
Encontrar la raíz del propio veneno.
Curarse las heridas con besos.
Dejar de esperar, dejar de pedir, dejar de necesitar.

Que trabajar por un sistema de descarte,
es no escucharse.
Que las certezas absolutas nos llenan de dudas,
porque todas las verdades son temporales
y tienen fecha de caducidad.

Que el sufrimiento es seguir pensando que pudo haber sido distinto.
Que sufrir es no confiar.
Que permanecer atrás es llevarle la contra a Dios y a mi mismo.

Me enseñaste, amado corazón,
que la vida es una intuición.
Un flujo, un movimiento,
una inflexión.
Y siempre corazón y sin dudar,
un salto eterno. 

Caperucita Loba, Visiones alrededor del Fuego. 
Neverending Race, Jee Young Lee.




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