que el miedo era
una cortina de humo.
Que el mago
nunca fue el lanzador de cuchillos,
sino aquel que
traspasa los muros de un corazón endurecido.
Que amar al otro
es hacer las preguntas correctas,
ya no ¿Me
amas? ¿Me das?
Poder decir, ¿Cómo
te sirvo? ¿Cómo crecemos?
Que a veces
para ver hay que taparse los ojos,
y mirar como lo
hace la poesía,
que no tiene
pruebas, pero no tiene dudas.
Me enseñaste
corazón,
que todos tienen
derecho a fallarme, menos yo.
Que no decida
nada, si no me quiero mucho.
Que no haga
nada, si no me quiero mucho.
Que por sobre
todo me quiera mucho.
Que quererse
mucho es volver a casa.
Encontrar la
raíz del propio veneno.
Curarse las heridas
con besos.
Dejar de
esperar, dejar de pedir, dejar de necesitar.
Que trabajar por
un sistema de descarte,
es no
escucharse.
Que las certezas
absolutas nos llenan de dudas,
porque todas las
verdades son temporales
y tienen fecha
de caducidad.
Que el
sufrimiento es seguir pensando que pudo haber sido distinto.
Que sufrir es no
confiar.
Que permanecer
atrás es llevarle la contra a Dios y a mi mismo.
Me enseñaste,
amado corazón,
que la vida es
una intuición.
Un flujo, un
movimiento,
una inflexión.
Y siempre
corazón y sin dudar,
un salto eterno.
Caperucita Loba, Visiones alrededor del Fuego.
Neverending Race, Jee Young Lee. |
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